lunes, 11 de abril de 2011

Oh Scheiße! Elecciones!

Desde antes mi destino estaba trazado por una suerte de maleficio aterrador, al acercarse la temporada electoral el que menos procura escapar del engorroso deber cívico patriótico que supone ir a votar, dejar tu huellita y hacerle el exámen prostático al potecito de tinta indeleble, pero más trágico aún es saber que has sido elegido azarosa e infortunadamente como miebro de mesa. Sí, esas personas que sacrifican la tranquilidad del domingo no sólo para ir a votar, sino que se deben quedar amarradas a sus sillas durante toda la jaranita electoral para al final hacer el no menos pesado conteo general de votos. Por si no sabías, existen tres cargos por mesa de votación; comenzando desde abajo hay tres miembros suplentes (aquellos que se salvan si los miembros titulares son demasiado responsables o muy cojudos), están los miembros titulares, que son el tercer miembro, el secretario y el presidente de mesa. Ese último fui yo.

Eran las 7 y veintitantos de la mañana, había yo programado mi alarma del celular a las 7 am con una armoniosa y relajante tonada de System of a Down para asegurarme un efectivo y contundente despertar, además de amanecer alegre y motivado, pero las ganas de seguir soñando suelen apoderarse de mi muy a menudo. Enttoces, después de un espabilante duchazo y un veloz desayuno partí hacia mi colegio designado, el Fernando Belaúnde Terry ubicado allá muy lejos de la civilización salamanquina cruzando la frontera de Separadora Industrial, donde un paraje desolado y terroso abriga las instalaciones del bendito plantel. Yo hice mi recorrido muy orondo y tranquilo, vacilándome con mi radio Doble 9 a todo volumen desde mi celular y cuando avisté el colegio habían colas enormes de gente... me pregunté por un instante cómo iba a entrar, imaginando embestir a toda la multitud con mi flamante credencial de presidente de mesa en la mano, pero afortunadamente (desafortunadamente) pasé con suma regularidad y serenidad.

Mi salón era un auditorio; Amplio, iluminado y tranquilo. Cuando llegué apenas estaba la tercer miembro y había que romper el hielo, así que hablamos de cosas puntuales y demás; un rato más tarde llegó la secretaria y emprendimos el "ensamble" de la mesa. Afortunadamente los tres éramos jóvenes (aún lo seguimos siendo) y la conversa amena no se hizo esperar, acomodamos los documentos correspondientes y a eso de 8:30 am procedimos con el espectáculo electoral.

Cualquiera pensaría que esas horas se hacen interminables, pero no. Contrariamente a muchas cosas que imaginaba, me la pasé muy bien, super sobrio, ameno y divertido. Mentiría si dijera que me aburrí, pues como secrtaria y mi tercer miembro me pusieron a dos muchachas la mar de agradables con las que las horas se fueron volando entre tanta cháchara y jolgorio. Yo, en compañía de mis nuevas compañeras surfeamos por sobre las horas con una frescura impresionante. No se qué podrán pensar ellas, pero yo me divertí mucho, es más, si hubiera existido, nos llevábamos el galardón, la medalla y el nubecono a LA MESA FELIZ.

La hora de la comida, que por cierto nunca estuvo definida, me hizo sentir nostálgico. Había yo pregonado en el mostruo facebookiano que sería presidente de mesa en la correspondiente 910086 y que si alguien estaba cerca me llevara algo de comer. Dicho y hecho, un amigo y su enamorada muy generosamente me llevaron dulces, kekitos y bebidas que me aguantaron bastante y sobre todo, me hicieron muy feliz por el simple gesto de hacerlo. Luego llegó la comida de la ONPE y pues bueno... era comida.

Pero todo llega a su fin, y la "Mesa Feliz" no fue tan feliz una vez acabado el plazo de votación; pasábamos a la segunda y más complicada, tediosa y reveladora etapa: El Escrutinio.

Cuando hicimos el conteo inicial de votos cuadraban las 197 cédulas empleadas con el número restante de hologramas, que eran 51... era un primerizo en esas labores y no estaba teniendo mayores complicaciones, todo estuvo tan bien que quería llorar, todo excepto un peculiar y reticente personero que afortunadamente después se calmó. Procedimos con diligencia y transparencia en nuestro conteo presidencial y cuadró todo correctamente, pero eran ya cerca de las 6 y el cansancio había hecho mella en nuestra integridad física y mental, además de haberme quedado sin raya de tanto estar sentado. Hubieron unos cuantos percances que no mencionaré por tratarse de secreto de mesa (ni siquiera se si eso existe) y avanzamos contundentemente hacia el escrutinio de votos por el Parlamento Andino... estabamos terminando, éramos unos capos! y de taquito... éramos los últimos en salir del colegio a eso de 9 y algo de la noche.

Los que hay ido a votar al Belaúnde sabrán que el lugar no es un campo de flores, y mucho menos de noche, en la que para llegar a salvo a casita y conservar intacta tu virginidad debías salir corriendo (o en taxi). Éramos, éramos, éramos... éramos tres jóvenes expuestos a la soledad y el hostil ambiente de Sauces en la noche. Afortunadamente ambas muchachas tenían a quién recurrir para que las recogan, mientras yo pensaba en poner a buen recaudo mis orificios de cualquier forma. A mi tercer miembro la recogieron en breve, previa llamada y mi secretaria me jaló hasta Los Quechuas. Más tranquilo, sin duda, ya estaba, además de agradecido.

Pienso en la segunda vuelta, con un contendor aún inicerto y me genera varias sensaciones, el terror de ese futuro escrutinio, la buena onda compartida y el descanso que le sucederá... Qué nos irán a dar de comer en la ONPE? Cuánto tiempo nos tomará acabar con todo y salir de ahí? Estas y mucha otras respuestas en el post de la Segunda Vuelta. Adiós wachafo-peludos lectores!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me dieron ganas de ser miembro de mesa! jep! me encantó tu relato! te felicito!! a propósito no te olvides de nuestra historia pendiente... =)

La estoy esperando
Gianni.